Vaya por delante, señor marqués de Del Bosque, que he vibrado como el que más con los éxitos de la selección española y he sufrido más que muchos con las derrotas de la Roja. Y de derrotas quería hablarle, señor Del Bosque. Confiados en sorber el zumo de los gajos de la Naranja Mecánica, descubrimos que lo que pensábamos un relajado paseo por la Toscana volvióse Pompeya, con volcán en erupción a posteriori (por lo menos por mi parte). Más calmados, eso sí (es lo que tiene una noche de sueño profundo y de conversaciones metafísicas sobre el porqué, el dónde, el cómo y el quién con la almohada), me dispongo a ofrecer mi visión personal de los motivos (futbolísticos o no) que pudieron ser germen, causa, razón de ser y de no ser del esperpento (no de la calidad de los de Valle Inclán, desafortunadamente) futbolístico que encontramos anoche en la tierra de las garotas, el Pan de Azúcar, el Carnaval, las favelas y la feijoada.
El fútbol, ese maravilloso deporte al que se juega con los pies… del primero al último del equipo. Antiguamente, se decía que el jugador que peor fuera con los pies acababa siendo el portero del equipo, pero eso ya es pasado. Miro, remiro y admiro la impresionante carrera futbolística que ha hecho Iker Casillas pero en el fútbol actual un portero debe saber jugar con los pies, a pesar de que parezca que para un portero con tener dos buenas manos es suficiente. También en el boxeo, a priori, todo consiste en sacudir con las manos y al final el juego de piernas se convierte en un elemento definitorio. Si a una preocupante falta de destreza futbolística con los pies, unimos la lógica y cronológica pérdida de capacidad física y una crónica inseguridad en los balones aéreos… pues igual es hora de probar otras opciones bajo los palos.
Una vez dejado atrás el tema de la portería, pasemos a los centrales. En un inhabitual ejemplo de falta de entendimiento, todos los goles vinieron por el centro, mediante un delantero que se mete entre los centrales (y no precisamente un tanque alemán de 1’95, sino el señor Van Persie, que ha pasado toda la temporada entre algodones y que ayer parecía La Masa entrando en la casita de Pin y Pon) o ganando a los centrales en velocidad tras una contra… ¿Es un pájaro, es un avión? No, es Arjen Robben!!
De todos modos, no es justo cargar toda la culpa de los goles en el portero o los centrales pues, como dice el refrán, entre todos la mataron y ella sola se murió. Si un delantero llega solo unas 8 veces al área sin oposición, no hablamos de una mera falta de entendimiento de los centrales sino de una evidente y general desaplicación defensiva. Si varios goles son producto de un contraataque tras balón largo lanzado desde banda… ¿qué hacen los laterales? ¿y los interiores de esa banda? ¿dónde está la presión? Y lo más curioso de todo… ¿cómo nos pueden meter cinco goles a la contra por el centro si jugamos con dos mediocentros defensivos?
Ante la debacle defensiva, el entrenador decide reforzar la parte ofensiva buscando la épica, la gloria, el «Sabino a mí el pelotón que los arrollo» y saca del campo a Diego Costa (delantero peleón, fuerte y con cierta tendencia a caer en fuera de juego) por Fernando Torres (delantero peleón, fuerte, con cierta tendencia a caer en fuera de juego y en evidente cuesta abajo), quizás confiando en que las meigas, la Cábala, los hados o los planetas continuaran con esa tendencia a no perder con este señor en el campo; sí, lo malo de las rachas es que al final se acaban, señor marqués.
Ya que hablamos de Torres, hablemos de convocados, muchos de los cuales han ido para hacer piña. ¡Ojo! La piña me encanta, especialmente en almíbar, pero igual para un mundial habría que llevar más vitamina C, porque me da la impresión de que a Brasil hemos llevado un barco con las baterías viejas, cascadas o sin usar en todo el año (y con evidente falta de rodaje). Es incomprensible llevarse a un talismán suplente de un delantero camerunés de 34 años y dejarse a otros jugadores «on fire» en casita disfrutando de los pintxos, el txakoli y las playas norteñas.
Y para terminar. no entiendo como un servidor, sin ser entrenador, y con la formación autodidacta del lector de la sección deportiva del periódico, pueda ser capaz de ver y expresar todo lo que ve y siente a raiz de un partido así, y nuestro seleccionador diga en la rueda de prensa posterior a la debacle, que no entiendo como nos han podido meter cinco goles. Pues sí, señor marqués, quizás tendrá que pedirle la libreta al señor Van Gaal para descifrar la cuadratura del círculo.