¿Por qué nos gusta la ciencia-ficción?

En esos momentos en los que el bueno de Morfeo empieza a acariciarte hasta el punto de tocarte un poco los huevos (para qué vamos a engañarnos) solemos tener pensamientos lúcidos como si fuéramos un Arquímedes de tres al cuarto al baño María o desvaríos de loco inclasificable. Confiando en que el intermitente del motor que forma mi cerebro se dirija más hacia lo primero que lo segundo y tras interesante conversación con una de las pocas personas con las que puedo hablar libremente, una pregunta vuela desde mi mente para posarse en esto que escribo: ¿Por qué nos gusta la ciencia-ficción?

Asumámoslo… somos seres peculiares que disfrutan más viendo saltar a lomos de una suerte de pterodáctilo a una especie de aborigen azul que interactúa con todo enchufando su trenza al periférico que tenga más a mano que contemplando la típica película ñoña de «chico conoce chica a la cual se zumba para después atravesar un mar de dificultades y finalmente acabar juntos para goce y deleite del respetable», cual moderno y cutre remake de «Los Trabajos de Persiles y Sigismunda». ¿Y por qué somos así? ¿Porqué nos gustaría ver caer naves más allá de los cielos de Orion? ¿Por qué sentimos simpatía por un exoesqueleto con gafas de sol y una carcasa de piel con forma de culturista austriaco? ¿A qué se debe que lloremos cuando un alien cabezón con un dedo que brilla agoniza? ¿Es que somos raros? Por increible que parezca, señoras y señores, la respuesta a esta última pregunta es un rotundo NO.

No nos gusta la ciencia-ficción porque seamos raros; quiero decir, somos tan raros como las personas que disfrutan de los thrillers, el western o las ¿comedias? románticas (que alguien me explique donde está la gracia de esas comedias, por favor). Pero, a diferencia de los aficionados a otros géneros, SOMOS CRÍTICOS. Disfrutamos de la ciencia-ficción porque, por triste que suene, nos reconforta saber que en Marte no hay que pagar hipotecas, que el precio del combustible de la Enterprise no depende de lo que decida un jeque de Arabia sobre un barril de crudo, que puede haber un alien con más humanidad que los mismos humanos que ya no reconocemos como tales; incluso podemos experimentar nuestra particular «catarsis» en forma de «ya os lo decía yo» cuando nos muestran un futuro apocalíptico que reconocemos como la mariposa que surgió de la crisálida de suciedad, autodestrucción, hipocresía e incertidumbre en que nos movemos. Ya los Románticos del siglo XIX intentaban encontrar una válvula de escape a ese mundo opresor y sin colores recurriendo a la literatura. Hoy, nosotros como Neo-Románticos, sustituimos las oscuras golondrinas que vuelan por cielo azul por carreras de vainas sobre un mundo de tonalidad gris cromático que, curiosamente, cual prisma dispersivo, se convierte en miles de colores e imágenes en nuestra mente, mostrándonos algo mucho mas cercano y ameno que la prisión de rutina en la que pretendemos ser carceleros y no somos más que reos. Es posible que, a través de la ciencia-ficción, lleguemos a atisbar de lejos el concepto hegeliano del Otro, de lo diferente, de lo que se opone a lo típico, y que por una vez, no tengamos que esperar a que venga a cantarnos una nana el bueno de Morfeo para que podamos ser testigos privilegiados de las imágenes que queremos ver sin tener que cerrar los ojos… aunque sea por una vez.

Una respuesta to “¿Por qué nos gusta la ciencia-ficción?”

  1. ayrim Says:

    Me gusta la ciencia ficción, porque me apasiona lo fantástico y si puede llegar alguna vez a hacerse realidad, formaré parte de algo mágico factible. ¿Y que mejor cosa que poder cumplir tus sueños? yo pensaba que en el 2010, volaríamos en naves, pero…tengo que ir en autobus todos los días. Ojalá algún día podamos teletransportarnos, usar la «fuerza» o conocer seres diferentes a nosotros. La ciencia ficción nos hace menos egocéntricos…

Deja un comentario